Estudio examinó cómo los cambios bruscos en la dieta de los perros pueden servir como un método controlado para estudiar la resiliencia de la microbiota intestinal y evaluar los aditivos para la salud digestiva.

Fuente: Tim Wall / https://www.petfoodindustry.com/nutrition/research-notes/article/15747098/abrupt-diet-change-may-model-illness-in-dogs

Muchos viajeros o personas que hacen dieta han experimentado en primera persona cómo un cambio brusco de dieta puede afectar los intestinos. Si bien el cambio repentino en el funcionamiento del sistema digestivo puede ser incómodo e inconveniente, generalmente no es peligroso. Asimismo, cambiar la dieta de una mascota puede causar trastornos digestivos, pero no es perjudicial para la salud del animal, siempre que los alimentos sean nutritivos. Los investigadores utilizaron este malestar intestinal temporal causado por cambios en la dieta como modelo de enfermedad real para evaluar los ingredientes de los alimentos destinados a mejorar la estabilidad gastrointestinal en animales de compañía. Su estudio examinó cómo los cambios bruscos en la dieta de los perros pueden servir como método controlado para estudiar la resiliencia de la microbiota intestinal y probar aditivos para la salud digestiva.

«Este modelo ofrece el potencial de evaluar la eficacia de los aditivos para fomentar una microbiota resiliente, promoviendo así estrategias para mejorar la salud digestiva canina», escribieron los investigadores en el Journal of Animal Science.

Experimento con un cambio en la dieta para inducir malestar digestivo en perros

La investigación involucró a 24 beagles adultos que cambiaron de croquetas a un alimento húmedo para perros rico en proteínas. Los investigadores alimentaron inicialmente a los perros con una croqueta seca extruida estándar que contenía 26 % de proteína, 12 % de grasa y 52 % de carbohidratos. Los beagles consumieron esta dieta durante 29 días. Posteriormente, los investigadores cambiaron abruptamente a una fórmula enlatada alta en proteínas con 43 % de proteína, 29 % de grasa y solo 16 % de carbohidratos, que consumieron durante otros 29 días.

Esta repentina diferencia dietética provocó cambios fisiológicos y microbiológicos mensurables. La digestibilidad total aparente del tracto gastrointestinal de la materia seca, la materia orgánica, la proteína cruda y la energía bruta aumentó. Sin embargo, la digestibilidad y la energía metabolizable de la dieta disminuyeron, lo que sugiere una compensación entre la absorción de macronutrientes y la utilización de energía.

La consistencia fecal también se modificó. Tras el cambio de dieta, los perros produjeron heces más húmedas y menos formadas. A nivel microbiano, la transición redujo géneros beneficiosos como Turicibacter y Lactobacillus, mientras que proliferaron bacterias oportunistas y potencialmente patógenas, como Fusobacterium, Peptacetobacter hiranonis, Escherichia coli y Clostridium perfringens. Estos cambios se reflejaron en un aumento temporal del índice de disbiosis y de biomarcadores inflamatorios como la inmunoglobulina A plasmática y la proteína C reactiva.

Metabólicamente, el cambio de dieta provocó alteraciones significativas en los perfiles de ácidos grasos de cadena corta fecales y un aumento de las concentraciones de amoníaco fecal. Las poliaminas, generalmente relacionadas con la salud de las células intestinales, disminuyeron con la dieta húmeda, mientras que las monoaminas, como el indol y el ácido indol-3-acético, aumentaron, lo que indica además estrés o recambio microbiano.

Sin embargo, varios indicadores comenzaron a normalizarse al final del estudio, lo que sugiere una respuesta microbiana adaptativa a la nueva dieta. Los investigadores observaron que esta capacidad adaptativa apunta a la utilidad de este modelo para evaluar el rendimiento de ingredientes funcionales destinados a mejorar la resiliencia intestinal.

Si bien el estudio refuerza la importancia de las transiciones dietéticas graduales para la estabilidad digestiva, también ofrece un marco para evaluar cómo aditivos específicos podrían apoyar o acelerar la adaptación microbiana, sin depender de perros realmente enfermos que necesitan tratamiento en lugar de experimentación.